domingo, 2 de marzo de 2014

Azufre, corazón y muerte!

Vos, la santurrona, la mala, la mala mujer, la que me dijeron hace años que no debía estar con vos. Vos, la maldita, la mujer fuera y dentro de mi vista, la hermosa que ni hermosa sos. Me di cuenta de que sos una malagradecida y la víctima de un tiempo muerto. Sos la que hace mis días inútiles y sombríos.
Vos, la que me ha dejado mi amor viejo, mi corazón seco y mi rabia crecida. Vos, la que me deja sin alientos cada tanto que te acercás. Vos, la secuaz de muchas infidelidades, la que despeja un mundo distinto frente a vos y la que me muestra un mundo en blanco y negro sin vos.
De haberte amado tanto tuve muchos años, pero ahora siento que te amo por una obligación dada tu condición. Y puede que te ame, pero no me gustas, te odio, te detesto, te deseo el mejor de los futuros esperando nunca conocerlo. Vos, siempre sos vos la que tiene que ganar las batallas nocturnas. Vos, siempre sos vos la que duerme tranquila mientras das la espalda a quienes luchan por vos. Tu nombre ya no me sabe a hierba, tu nombre me huele a fastidio, a muerte, a pelea cansada y sudorosa.
Cuando te conocí yo era el diablo, luego me transformé en amante, pasé por ser flores y después un futuro en un día de verano, ahora a tu gusto he vuelto a ser el diablo como una vez lo pensaste, pero no por gusto propio, lo hice por vos.
Siempre vos, mujer, siempre malditamente vos. La desagradecida, la hermosa, la odiosa, la torturadora, la inquisidora, la de mil juegos al demonio, la que se acuesta con dos, la no!, la mentirosa. La que arrasó con mi vida y con mis placeres.

Como hacerte saber que esto es tu culpa sin que me hagas sentir culpable. Vos fuiste mi guía y hoy he alcanzado la cima gracias a tus desprecios. Soy tu cara! Miráme de frente sin querer matarme,  miráme y convenceme de no haber perdido mis años parpadeantes a tu lado.

No te maldigo porque no espero ninguna respuesta, porque no eres capaz de hacerlo, porque ya no sos la que conocí. No, ahora te regocijas en las palabras de otros y mientras tanto vuelvo a ser quien había perdido, pero tampoco, ahora soy más yo. Me paro de frente a vos y escupo tu deliciosa cara.

Mujer, los placeres no vienen solos, recuerda que alguna vez no te desearon ni las moscas, solo los seres más horrendos se te acercaban porque estabas deseosa, estabas más caliente que los calderos del infierno.

Y después de todo y de vos me queda un desacierto, una duda y una idea, tal vez no sos la que conocí porque tal vez nunca fuiste la que conocí. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

La vida es una canción mujer, y tú eres mi ritmo perdido.



Adrian Borda
Acomódate en mi interior mientras la sangre sigue su curso, siéntate un rato en mi pecho y mira como la saliva atraviesa la garganta y pasa de largo. Paaaaaa, si señora mía, trata de entender esta canción con forma de mujer, trata de imaginarte lo que imagino cuando pienso en tus colores. No te acabes el ritmo aun sin escuchar mi improvisación, como a mí que no puedo estar sin ti. Aquí es donde la iluminación se resiste a tu alma y nos hace descontrolar.
Entiende la fuente de semilla afluente, entiendo la lágrima, tú entiende la risa. Entiende un tash y un pash, un pum y una flap, tu mundo es mi música y mi mundo es tu vida. Pam pam, escucha la luz mujer y después…es largo el cuento y mi vida es corta, intentaré hacerte entender a la par bipolar, un bombo al son de mi alma sin mi boca para darte un paso más allá y continúo con dos pasos a la izquierda de mi conciencia.
Huyo de miedo, huyo de encanto, huyo de muerte, huyo de mi yyyyyy vamos pa dentro mujer mi alma, vamos que estas calles ya no tienen armas, vamos que las aves han dejado, vamos pa dentro que tu y yo queremos un poco de vino, del rosado y del blanco, vamos que adentro nos espera también del tinto, morado azulado enegrado, pasa la noche acá, te prometo un desangrado.
Como tocarte gota a gota, sin diablo, sin sangre, sin pasar la vida más que juntos y vida vida vida vida vida sin morirnos sin acabarnos sin atacarnos y solo atacándonos en la misma vida


sábado, 14 de noviembre de 2009

El viejo tiempo

Tienes el color del llanto, la risa opaca
Las venas y la sangre tiesa,
Rodrigo Martínez Ruiz
Tienes la mirada gris, las cejas crudas
La mandíbula roja y las mejillas blancas

Se te borró la esperanza del rostro
Y solo tienes esa dulce amargura tuya
Esa que descansa sobre el taburete del baño
Esa que dejaste arribar a mejor alma

Tienes la escasez en la piel
Se te surten los huesos a simple vista,
Y en las viejas ropas yace tu pasión,
Se perdió tu delicadeza
En los filos de la muerte,
Murió con tu mirada de gorrión

Tienes las manos impacientes
Y la voz perpetua del silencio
No vienes ni vas
Ni un ápice para unas notas
Ni un latido para respirar

Tienes la suerte de algunos vivos
Y desde el piso cuarenta y tres
Los sonidos se despiden
Y quieres ser animal
Tal vez bajar como un ave de presa
Tal vez nunca regresar.

martes, 3 de noviembre de 2009

Una historia para contar

“El niño ausente, el proletario traía en la sangre mil generaciones del peor alcohol entre los fierros, entre los sapos entre el calor casi demente del arroyo seco, arróyalo lo convencimos, lo enamoramos y le juramos que jamás se olvidaría de nosotros…”
Rodolfo Páez




Es condición humana jajajaja, cuando sientes los dientes en tu puño, el crujir de la mandíbula quebrándose a la par, la lengua palpitando en la lentitud del movimiento, la cara del enemigo se retuerce y el sudor se desprende hacia los costados en un juego antigravitacional.

Maligno gato negro, escalera y espejo roto al mismo tiempo, sangre en el suelo, en la mano derecha los nudillos raspados por la aspereza del asfalto en que arrastraste a tu victima, mientras en la otra, sosteniendo el puñal sin usar te dispones a guardarlo, está más limpio que el rostro del hijo del rey. Sentado en una esquina del callejón con las piernas cruzadas recuerdas los mejores momentos de la batalla, para mayor sorpresa no es de noche, no, este asesinato no es común, ni siquiera los interesados noticiosos y los figones se han atrevido a aparecer. No, tampoco hay forma de que se enteren, por si no te has dado cuenta la calle está sola ¡maldita sea! No, no existe la posibilidad de que los perros lo huelan entrada la noche ni llegado el amanecer, maldices al cielo y al infierno por igual.
Son las cuatro de la tarde, ni un minuto más ni un minuto menos. El bribón que yace muerto a tus pies empezó la discusión a la una de la tarde y piensas que a esta hora ya debería expeler sus fétidos gases, lo miras de frente fijo a sus hinchados ojos, le reprochas su suerte, le bendices sus pies, le veneras su cabello, su boca desnuda y siete agujeros, su lengua morada y su garganta a punto de reventar parecen cobrar vida, te asustas de repente y tomas el puñal, esta vez quieres un golpe certero, ya has gastado demasiada energía en conseguir que pelee y en acabar, al parecer, con su vida. El estómago es el lugar escogido por ti, de preferencia por su oblicua margen y porque al lugar es imposible fallar; le hundes el filo y pasa como si se tratase de un trozo de pan, continúas así hasta que tocas tu piel con la de él. Unos cuantos sonidos se despiertan del interior, es una llanta desinflándose y soltando su vaho verde gris, nauseabundo vomitivo desagradable, una ciénaga de putrefacción y animales muertos hacen erupción apenas tocas el arma con la espina dorsal.
Has logrado atravesarlo y ahora puedes estar seguro que ha muerto, lo asesinaste amigo de ojos rojos, asesinaste al bienaventurado y de ahora en más hará parte de una historia que contarás, será tuya, la recrearás a tu antojo y él tendrá nombre y tu también lo tendrás, solo recuerda, las calles son cochinas y maliciosas, vengativas, malhumoradas, cuídate porque de tajo encuentras a alguien que necesite contar su propia historia.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Shape of my heart (para leer entre lineas...literalmente)




He deals the cards as a meditation
¿Donde estás? Ya ni aparecés en las noches,
And those he plays never suspect
a veces te encontraba entre las personas como también a veces me saludabas
He doesn't play for the money he wins
de cuando en cuando te disfrazabas en la ausencia
He doesn't play for the respect
o te escondías en un día ocupado
He deals the cards to find the answer
¿Ya te fuiste? ¿Si nunca llegaste como vas a partir?
The sacred geometry of chance
Quedate un rato más, solo unos minutos
The hidden law of probable outcome
dirigite a mí como cuando nadábamos juntos,
The numbers lead a dance
hablame cerca al oído

I know that the spades are the swords of a soldier
Teneme en un sueño, que sea tuyo
I know that the clubs are weapons of war
Recordame poco en un suspiro, porque sé que siempre te pedí mucho
I know that diamonds mean money for this art
No te alejes tanto, mira que mi cuaderno ya no da más
But that's not the shape of my heart
¿Qué debo hacer? ¿lanzarme?

He may play the jack of diamonds
Si atravieso paredes y recorro calles
He may lay the queen of spades
Escalo muros, recogo ladrillos del suelo
He may conceal a king in his hand
Solo quiero quebrar una ventana
While the memory of it fades
Pero quiero que estés ahí para verme hacerlo

I know that the spades are the swords of a soldier
¿En realidad querés que lo haga?
I know that the clubs are weapons of war
Está bien, solo no me sueltes la mano
I know that diamonds mean money for this art
No lo hagás esta vez
But that's not the shape of my heart
¿Elevamos cometas? Vamos al parque,
That's not the shape, the shape of my heart
Sé que es tarde pero a esta hora podemos estar solos

And if I told you that I loved you
Prometo llevarte a casa
You'd maybe think there's something wrong
Prometo no tardar más que un par de minutos
I'm not a man of too many faces
No sabes lo que puede ese tiempo
The mask I wear is one
Prometo dejarte dormir, y cubrirte en esta noche
Those who speak know nothing
Prometo que desde mi habitación te cuido la luna
And find out to their cost
Porque recuerdo que una vez…
Like those who curse their luck in too many places
Simplemente recuerdo lo que quiero recordar
And those who smile are lost
Prometo cumplir estas promesas

know that the spades are the swords of a soldier
já, este tipo siempre me ayudó a escribir
I know that the clubs are weapons of war
nunca a nada más porque
I know that diamonds mean money for this art
para jugar a las almas gemelas
But that's not the shape of my heart
para soñar y vivir en mi sueño
That's not the shape of my heart
siempre te tuve a vos

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Así...pasó

Las banderas nacionales sudan al compás de los cánticos de año nuevo, y a pesar que de las nubes grises que se aproximan y retumban como la barriga de Satanás sobre las montañas violetas, decenas y decenas de niños con lamparitas de colores corren a través de las calles enladrilladas, opacas, mohosas, de verde lino, y yo, desde mi habitación, los miro con ansias de pasados remotos y recuerdos imperturbables.
Julio Lavallén

Recuerdo, por ejemplo, cuando la conocí. Fue una noche parecida a la que se nos aproxima, pasaban de las diez y el viento soplaba tan fuerte que las tejas de los ranchos y las ramas de los árboles crujían al punto que las personas debían inclinarse por miedo a morir aplastado. Hacía tanto frío que las rejas de la casa en donde había ocurrido un atroz asesinato, temblaban como si tuvieran vida. Mientras tanto, yo caminaba ensimismado envuelto en varios sacos y con una boina que se aferraba a mi cabeza como una garrapata hambrienta. Por el viento y lo que volaba no podía levantar la mirada, y mis ojos no podían ver más allá de un par de pasos adelante. Me dirigía a la taberna del pueblo, al centro de todo, donde todos saben lo poco que pasa, donde las miradas de alegría y tristeza se confunden en una sola. No sé que fuerzas corrompieron el destino esa noche, no sé si fue la plegaria de un anciano en su cama, el punto fue que pasó todo aquello que fuera inimaginable.
En un momento pareció que el tiempo se detenía, como si el fuerte viento pasara a una brisa casi veraniega, que las vigas y las ramas hicieran las paces. Levanté la cabeza, como buscando una respuesta, pensando que había muerto por el olor a vela, a incienso, a pureza. No la encontré, pero a su vez hallé lo más hermoso que hasta ese día había sucedido en el pueblo y en mi vida: Un ser, de femenina contextura, en su caballo y dos burros que la seguían con varias valijas (tal vez con sus pertenencias) se estacionaba como una figura errante. No me di cuenta en el momento, pero había estado caminando rumbo a la esquina de la iglesia de los comunes, que era así como llamaban a la iglesia del pueblo en ese entonces, aún hoy recuerdo que solía ser un ático de esperanza para pobres y malolientes expulsados de la buena de Dios, por hombres y mujeres con dos brazos y dos piernas, tan iguales al resto de la humanidad en sus formas.
En ese lugar me crucé con ella, se detuvo exactamente allí. Al verme preguntó el nombre del pueblo, pero por un momento olvidé hasta mi nombre, y después de varios impulsos que más bien parecían intentos de hablar de un sordo mudo, le hice saber lo que solicitaba, ella sonrío como nunca había visto hacerlo a alguien, vi sus dientes blancos, sus ojos saltones, sus labios entreabiertos. De pronto se dispuso a desmontar y presuroso le tendí mi mano, no respondió al gesto aún cuando había reparado en él y bajó con la delicadeza que solo conocíamos en los pasajes de los libros. Esa fue la primera y última vez que ella estuvo en éstas calles.
Al bajarse fue directo a uno de los burros y buscó entre sus cosas, se veía un poco desesperada, hasta alcancé a oír un pequeño chillido lastimero, como si lo que estaba buscando tuviera espinas o una lámina cortante. Al final sacó unos papeles casi amarillos y raídos por el tiempo, los miró con suma atención y pude notar que hacía una especie de cuenta mental, (ahora que repaso ese episodio, jamás supe como iba vestida, solo sé que me ahogué en sus ojos y si alguien me pregunta, tal vez podré describir su rostro.) mientras se mordía los labios. Para ese momento en las calles ya no había nadie, pero los perros, dueños eternos de la noche, que habían estado en sus refugios para escapar del frío, salieron al encuentro de la extraña. Ellos conocían a todos y cada unos de los habitantes del lugar, no éramos muchos y los que quedábamos moríamos en un quejido eterno. Todos sufríamos de haber nacido en un pueblo muerto.
Los perros la olieron por casi una hora, la examinaron al igual que a sus bestias y sus pertenencias mientras ella permanecía quieta por el miedo que le producía su curiosidad. Como no encontraron a que temer, ni un rastro de peligro, decidieron partir a los otoñales encuentros amorosos, con sus pares del otro lado de la villa grande; se fueron como habían llegado, silenciosos y levemente excitados por la aparición.
Después de la intervención canina, me propuse entablar una conversación con la extraña, intenté de nuevo musitar, pero ni siquiera pude producir una sola sílaba. Ella rió, no me gustó su gesto, pero amablemente me tomó la mano y preguntó por algún lugar donde pudiera descansar, tal vez comer y beber algo. Para ese momento yo parecía un desquiciado, con mil abrigos encima, el pelo reseco debido a las variantes del clima, se escurría entre la boina, y las uñas sucias y largas como las de un gallinazo. En medio del desastre lo primero que se me ocurrió fue señalar la taberna.
Fuimos hasta allá. Al lugar parecía que no le pasaba el tiempo, los mismos viejos sentados en las mismas bancas, los mismos borrachos y el mismo licor. Pero ella, sin tapujo alguno, corrió el aire añejo con su olor a amapola, a flor de loto, a sendero virgen, y fue directo a la barra donde el hijo del dueño atendía, con una mueca lo llamó y ordenó cerveza fría (como si todo ahí no estuviera frío).
Yo no quería hablar gracias a los intentos fallidos anteriores, pero ella inició preguntando la historia del pueblo, sus calles, sus casas, los árboles, la fuerza laboral. Conté todo cuanto pude, porque sentí que de sus ojos brotaban dos manos de gigante que me sacaban las palabras. Yo no quería hablar de eso, era como recordar el minuto en que uno muere, era como oler la sangre corriendo por la frente. Mientras tanto, yo ansiaba saber su pasado, su origen, su destino. Quería saber de ella un poco más, pero no tanto para gastarla, porque creía que era una ilusión. Así lo hizo y lo continuó por un buen rato, pero de repente algo ocurrió: ya no podía fijarme en sus palabras, ya no atendía a los sonidos de su boca, ni siquiera la cerveza que pasaba por su garganta, todo empezó a ser imperceptible y de pronto, tampoco pude notar mi respiración, mis pulmones no se hinchaban, mi corazón no latía, mis venas empezaban a secarse y mis ideas apuntaban a un par de lámparas que tenía enfrente, sólo en ese momento supe que me había enamorado.
Continuamos bebiendo, tomando a la par grandes vasos de cerveza, acabándonos la reserva de la noche; ella se desdibujaba y volvía a aparecer con la mirada en el suelo, yo intentaba tocarla, pero mis manos no respondían, se adormecían, se caían, se levantaban y volvían al vaso, lo llevaba a la boca y de nuevo el licor estropeaba las funciones de mis extremidades.

Pasaban las horas y los vasos, pasaba el hambre y el sueño, ella cada vez se hacía más lejana y su sombra se desvanecía poco a poco entre el vaivén de las puertas rectangulares. Miraba desconcertada los papeles amarillos, los examinaba, y para mí, no era más que una visión distorsionada. Minutos después se escuchó el impresionante estruendo, el soplo del viento cada vez más fuerte, y ella, volaba, lejana, con los ojos tristes y vacíos hacía otro paraje inexistente para mí, porque yo no quería creer en un lugar sin ella.

Los lamentos de los caballos, en las pesebreras, eran cada vez peores, las gallinas de los corrales cercanos cacareaban y se movían de un lado a otro, los perros con su ladrido intermitente percibían el fuerte vendaval que llegaba con una mañana oscura. Levanté de nuevo la mirada, y ella ya no estaba, la busqué entre los vasos, entre los sueños de los borrachos en el suelo, la seguí buscando desesperado tras el bao de su huída, pero no la hallé.

Hoy no solo extraño su presencia, sino también su partida, que causa en mí alborotos de vida, ella de quien nunca supe su nombre, y que sólo, muchos años después, me enteraría gracias a un fragmento de papel amarillo olvidado sobre la barra de la taberna: a Alicia respondía, y errar era su oficio.