Había deliberado desde hace más de una semana como empezar y sobre qué escribir al escuchar hablar de Buenaventura o cuando uno mismo lo hace. Imaginé un mundo lejos de todos, lleno de vida y mucha agua salada, pescado y marisco a la orden, biche, arrechón, chontaduro y una infinidad de alimentos casi inaudibles en ese español marítimo de esta parte de la costa pacífica.
Amigos lectores (si es que aún queda alguno por ahí o es solo mi imaginación de escribirme y leerme para sentirme importante) canciones han pasado por mi vida, he llorado con ellas y ellas conmigo, pero nunca había escuchado con tanta insistencia Buenaventura y Caney del Grupo Niche, casi la he desmenuzado, la he tomado en mis manos y ha empezado a derretirse, la huelo pero se me escapa, pide un poco de paciencia, ruega por un minuto de descanso, reza por un instante de tranquilidad, que la deje sola, que la deje dormir; no puedo, no tengo la fuerza suficiente para privarme de la necesidad de escucharla una y otra vez, tratar de deducir su mensaje, de captar su condición negra.
He estado mil veces sentado en un bus al lado de personas negras, corrí con la suerte de hacer el amor con una de ellas, tuve amigos y tengo familiares con su raza y aún así no estoy ni cerca de pertenecer, ni siquiera de conseguir acercarme a lo que ellos encarnan, sin embargo las ideas van y vienen, son como olas de color negro, son como pasos sobre las tablas y yo sentado, codiciando experimentar. Desde que empezaron a emigrar a distintas partes del país siempre han llevado la fuerza que los reconoce; son la madera y el martillo de todos los tiempos. Pero, ¿por qué algunos decidieron nunca salir del terruño involuntario al que ahora pertenecen?
Buenaventura es inmensa, no porque sea el municipio de mayor extensión en este departamento, ni porque sea la ciudad más grande del pacífico de nuestro p
He escuchado que se adelantan proyectos para modernizar este puerto, en el que se despacha el 80% del café y el 60% de todo el comercio internacional marítimo de Colombia. Es una de las más grandes paradojas que podrían llegar a existir y nadie sabe por qué, algunos dicen que es culpa de las malas administraciones, otros que es porque a este país aun le duele que la ciudad sea predominantemente negra, pero al parecer ninguno tiene la razón.
He sentido en el corazón el mar entero cuando las ballenas resoplan por sus orificios al llegar a las aguas pacíficas, me ha dolido la manera en que la basura llega hasta las casas. Me salta la lengua comer una empanadita de camarón, pero me arrancan el alma la pobreza absoluta y que a nadie parece importarle. Sin embargo, oler sus calles, ver sus gentes, sentir la humedad, bañarme en sus costas, comer sus pescados y beber sus licores…simplemente me enamoré de esta ciudad.
A pesar de la pobreza que vive la mayoría, manejan sus costumbres y sus días como si supieran que el mar sin ellos sería solamente agua estéril. Las ganas que le ponen en un juego de dominó golpeando la mesa, las ansias al ver a un turista acercarse, la mirada y la sonrisa cuando los niños se lanzan al mar, de esa familia en la que todos son primos, y los más chamacos sobrinos.
Escudriñé entre mis sentidos la manera más precisa de hablar de Buenaventura, traté en vano de escribir lo que observé, y al parecer no dije nada que no se supiera, no hice comentarios secretos como tampoco logré captarlos, en realidad ni siquiera tracé algo semejante a lo que es pisar “el puerto”; me perdí, igual como se han perdido los recursos que le llegan a este puerto y volví a lo mismo, pensando una y otra vez que son estas playas y escuchando Buenaventura y Caney del Grupo Niche.
Primer comentario Juan: Aunque no suelo hacer este tipo de cosas te quiero decir q me agrada mucho lo que estas haciendo y la forma en la que lo estas haciendo. Vamos es pa´delante, segui escribiendo asi de bacano y nunca dejes de decir los que pensas. Y acordate q sin negro no hay...sin negro no hay uauanco. Aleja.
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